miércoles, 10 de junio de 2009

Divagaciones apocalípticas.


Hoy me enteré que un colega seguramente no vendrá a trabajar en unos días porque sus hijos (que tampoco irán al colegio) son compañeros de un niño que tiene fiebre porcina. Es decir, somos posibles contagiados de un posible contagiado, quien probablemente habría adquirido el virus por sus hijos tal vez enfermos. O sea, una serie de “posibilidades” que rozan tanto la lógica como el absurdo.


El tema ya me tiene un poco aburrido. Me molesta la paranoia en general y la susceptibilidad que padecen las personas (y que sería la pandemia más grande del ser humano a lo largo de su existencia) a los dichos de los medios de comunicación, las “autoridades”, las iglesias, los científicos y de cualquiera que tenga una opinión que aspira a ser “la verdad”. Y aquí no me abstendré a la fiebre porcina (o influenza humana, ya ni sé cómo se llama), porque este es un mero ejemplo de toda una historia de paranoia, caos colectivo y posibilidades de fin del mundo que la masa común y corriente arrastra. Cada vez que una enfermedad extraña aparece, se pronostica el fin de los tiempos, se le da la razón a todos los profetas y profecías habidas y por haber. Cabe recordar epidemias como la peste negra, la lepra, la viruela, la gripe aviar, la fiebre española, el SIDA, que mataron y matan a millones de personas (por si no sabían, los enfermos de SIDA a lo largo del mundo duplican la población chilena) También fueron “el cólera de Dios”. Aún así, seguimos vivos, y otra candidata a la lista no acabará con la raza humana. Hay que ser realistas: En el mundo mueren más personas de cáncer, enfermedades cardiovasculares, accidentes automovilísticos, guerras, hambre, asesinatos y suicidios. Ninguno de estos aspirantes a jinetes del apocalipsis, productos de azares de la naturaleza (o como dirían algunos conspiracionistas, producto de las farmacéuticas) ha llegado a matar tanta gente como lo han hecho todos estos males “no contagiosos”, y en su mayoría, puramente responsabilidad de nosotros mismos, de los excesos del ser humano, de sus vicios y desequilibrios.
En ese sentido, puedo ver una realidad bastante clara: Es más probable que nosotros matemos a la naturaleza (con sus virus y bacterias incluidos) antes que ella a nosotros (El calentamiento global es una muestra poco sutil de esto). Y, más allá del asesinato al mundo, es más probable que, si no cambiamos la forma de abordar las cosas día a día, nuestro estilo de vida nos lleve a un progresivo deterioro e inminente desaparición de la raza humana.


Supongo que está bien cuidarse de una enfermedad, es lógico, todos queremos estar sanos. Pero no puedo olvidarme, por mantener mi atención en este intento de epidemia, que hay bombas atómicas, guerras que se alimentan de una vista gorda general y gente que se mata por comer un plato de arroz. Menos puedo desentenderme de que paso bastantes horas pegado a un computador, en una posición que no me favorece. Que no me alimento balanceado. Que muchas veces, por andar apurado, cruzo a mitad de una avenida corriendo. Que tal vez, por una mescolanza de estrés, ira acumulada y alguna sustancia, puedo matar a alguien, o puedo matarme. Y que, mal que mal, no soy ni el primero ni el último en vivir así. ¿Entonces, dónde está el problema? ¿Es el fin del mundo un acontecimiento, o tal vez será el producto final, real y tangible, de una sumatoria de los vicios humanos?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bluffes desde la pol ... Leer másítica mundial, para desviar nuestra atención: primero, a todos esos males que describiste (guerra, hambre, corrupción) y que giran en una espiral sin retorno ni solución; segundo, al invento mismo de la recesión económica mundial. Y si empezamos a hilar fino y hacer uso de nuestra paranoia política, deberíamos tomar en cuenta el hecho que los laboratorios de fármacos son como el segundo poder económico más grande y el siempre mito del control de población del 3er mundo, desde el primero. Si metemos todo esto en una juguera, en buena hora, tenemos el apocalípsis en nuestras narices. Pero claro, estamos demasiado ocupados viendo Yingo, como para deternos a pensar, ni siquiera una solución, tan sólo a pensar.

Max.

Anónimo dijo...

¿Vieron "Ojos bien cerrados"? quizá esa película grafica un poco el control que hay sobre nosotros. Por más intentos que hagamos de comprender quién está sobre nuestras cabezas, al final es todo en vano, son instituciones poderosas que controlan tu entorno, pero jamás tu interior.

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