jueves, 25 de junio de 2009

La oveja negra


A lo largo de mi vida he tenido sólo una imagen o concepto con el que me identifico: La oveja negra. No porque necesariamente tenga que llevar la contra en las cosas, ni sea conflictivo, ni esté reventando mi hígado cada vez que tengo tiempo. Mi razón es que la constante casualidad me ha llevado por ese rumbo extraño en donde me mantengo remando contracorriente. Y si busco una canción que me llegue por completo es “Caminito” de la renga, la cual reza al principio “Soy el que nunca aprendió, desde que nació, cómo debe vivir el humano”.


Como decía, fue casual. Ninguna oveja negra escoge nacer de ese color. Tampoco es que me encuentre en el lugar equivocado. Donde esté me siento fuera de lugar (aún cuando esté entre otros “como yo”). De hecho, yo ni siquiera sabía que lo era hasta que en tercero básico, una profesora de religión nos tildó a mí y a un amigo como “líderes negativos, ovejas negras que pastorean”, frase que por supuesto, acompaña mi orgullo medio irreverente hasta hoy, inspirando el dibujo de arriba, el cual sería el símbolo de mi curso al salir de cuarto medio.

El término nace de la connotación negativa, la “marca del diablo”, que significaba en Inglaterra el nacimiento de este bicho raro, pues su lana no se vendía en el mercado. Sin embargo, hoy en día, la oveja negra es un ícono por sí mismo. Aparece en todos los grupos existentes, tanto humanos como corporativos. Linux es la oveja negra de los sistemas operativos. The Clinic, la de la prensa escrita. Nietzsche en la filosofía. Nicanor Parra en la tradicionalista poesía chilena. El anarquismo en política. El dadaísmo en el arte.

Este simbolismo cultural es y será la bandera de todo lo que es diferente a la corriente imperante, tanto positiva como negativamente. Todos los que han sido tratados de locos (como Einstein, Colón, Newton, Rimbaud, Dalí, Hitler, Ernesto Guevara, Martin Luther King, entre muchos) han sido parte de esta comunidad que no se pone de acuerdo en nada pero que es capaz de abrirse paso entre la corriente vertiginosa y hacer un cambio en las cosas, para bien o para mal. Ser parte de la diferencia no significa ser un tipo que hará del mundo un lugar mejor, pero sí hay altas probabilidades de que, si aprovecha sus potenciales, se haga un lugar en la memoria colectiva, y en la construcción o destrucción del mundo.

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