jueves, 4 de junio de 2009

¿Sociedad para psicópatas?

Uno de los temas favoritos de los medios de comunicación masivos son los crímenes. Más lo son si se ejecutan a sangre fría. Y para darles mayor interés, se indaga en la personalidad del criminal, en su psicología. Es en este momento cuando uno se da cuenta que gran parte de los asesinos seriales y violadores son catalogados como psicópatas.

Cuando las personas escuchan el término, generalmente lo asocia a una especie de mezcla entre Hannibal Lecter (“El silencio de los inocentes”) y Jack Torrance (“El resplandor”) integrados a nuestra realidad. Seres torcidos, delirantes, capaces de cualquier cosa por lograr sus propósitos. Pero los invito a revisar la definición que Wikipedia da al término. Psicopatía o personalidad psicópata: los psicópatas son individuos que no pueden empatizar ni sentir culpa, por eso interactúan con las demás personas como si fuesen cualquier otro objeto, las utilizan para conseguir sus objetivos, la satisfacción de sus propios intereses. No necesariamente tienen que causar algún mal, pero si hacen algo en beneficio de alguien o de alguna causa aparentemente altruista es sólo por egoísmo, para su único y exclusivo beneficio.

Indagando, analizando y relacionando el concepto real de psicópata con el diario vivir, puedo decir que dentro de nuestra sociedad existen miles (si es que no millones) de psicópatas entre nosotros. ¿O acaso nunca alguien les prestó una mano sólo para conseguir algo con ustedes? Más aún ¿Nunca fueron utilizados como medio para lograr los propósitos de alguien?. No tiene que ser necesariamente una violación, puede ser un rasgo sicópata la típica historia de teleserie en que A se casa con B porque A en realidad sólo quiere llegar al hermano/a de B. Parece que más de alguna vez hemos actuado como psicópatas o hemos estado muy cerca de uno. Ojo, tener una actitud puntual o un rasgo no significa que alguien tenga esta condición.

Si voy mucho más allá, y analizo desde un prisma tal vez un poco paranoico nuestro sistema social, político y económico, puedo sospechar que funciona con una lógica psicopática. El sistema hace vista gorda a la mayoría de las problemáticas humanas que sufrimos, porque no atiende nuestras necesidades “emocionales”. Es decir, obliga a los individuos a intentar no empatizar con sus pares. Cuando vamos a un supermercado, un mall, es común sentirse como un número más en la base de datos, o sea, un objeto, el cual se tiende a utilizar para satisfacer los intereses de la empresa, que son vender, vender y vender a toda costa (HEY, no digo que los empresarios sean sicópatas, me refiero al modelo que utilizamos para funcionar en sociedad, no a nosotros como usuarios del sistema). Vemos cómo miles de fundaciones, supuestamente sin fines de lucro, son montadas únicamente para la evasión de impuestos. También muchas donaciones.El Psicópata es por excelencia un egoísta, carente de remordimientos. El sistema nos codifica para sólo alcanzar el beneficio propio, el desarrollo únicamente individual, siempre evitando que miremos hacia el lado. Hemos desarrollado y alimentado (porque todos, alrededor de la historia, han contribuido a que esto crezca y no se detenga) una estructura en la que no nos deben importar los sufrimientos ajenos, en la que el poder debe conseguirse a cualquier precio (“El fin justifica los medios” decía Maquiavelo por ahí), en la que si sentimos que hacemos bien o mal no importa, lo que interesa es el resultado y la funcionalidad, el beneficio que se obtiene y en lo productivo que resulta para que esta máquina siga funcionando. Y mientras, nosotros, TODOS NOSOTROS, de cualquier clase, género, raza, religión, seguimos preguntándonos por qué el mundo sigue plagado de guerras y hambre. Por qué por cada paso que pareciera que damos, sentimos que retrocedemos en nuestros calor con el otro. Por qué cada día hay más suicidios, más trastornados, más depresivos, más gente que no se siente parte de nada, más pastillas para dormir, despertar, mantener la calma, mantener la energía, mantenernos al ritmo. Y por qué, a fin de cuentas, cada vez que el mundo pareciera hacerse más grande y rico, el vacío dentro de nosotros, se hace un poco más hondo.

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