lunes, 15 de junio de 2009

Engañosos porcentajes.



Hace algunos días leí un artículo en publimetro que hacía notar la baja participación laboral de la mujer en Chile, comparada con la tendencia general en Sudamérica. Decía que sólo un 40% de las chilenas trabajaba, contra el 53% en la mayoría de los integrantes del cono sur. Este tipo de estadísticas podrían despertar cierta alarma en los organismos que velan por los derechos laborales de la mujer, la igualdad entre géneros y la no discriminación. Es entendible, pareciera que la tendencia femenina en nuestro país es ser amas de casa.

Antes de juzgar, debemos reflexionar sobre ciertos puntos. Me pregunto cuántas mujeres de ese 53% son profesionales, tienen un trabajo bien remunerado, un contrato justo, y un puesto alto en una empresa. Hay que analizar la realidad de un país como Colombia, donde un alto porcentaje de mujeres son madres solteras, analfabetas o con escolaridad incompleta, y su “participación laboral” está, principalmente, en puestos donde son víctimas de un trato negrero (botoneras en fábricas, temporeras, personal de limpieza).

En ese sentido, aquel 53% no denota una mayor apertura de la sociedad latinoamericana para contratar mujeres, o un mejor trato para con ellas. Esa cifra declara, cuando se somete al análisis, que la mujer aún sufre de pésimos tratos discriminatorios, los cuales son camuflados por contratos engañosos.

La realidad en Chile dista bastante de la realidad latinoamericana. Eso se puede ver en todos los ámbitos. Pero es crucial resaltar que hoy en día (sin olvidar que aún existen considerables diferencias de sueldo y trato entre hombres y mujeres) las universidades y oficinas cada vez tienen más presencia femenina. Cada día en este país, la mujer tiene mayores probabilidades de obtener un puesto de gerencia en grandes empresas (como Líder, por ejemplo). Las chilenas tienen en su mayoría escolaridad completa, un gran número son profesionales o empresarias autodidactas.

Hay que abrir los ojos, ese 40% es menos de la mitad de las chilenas. Aún así, un buen número de ese porcentaje tiene un trato laboral decente y un sueldo justo. Son personas preparadas para enfrentar su rubro, trabajando por el placer de ejercer, o por el valor de emprender.
De cualquier forma, es obvio que aún existen mujeres maltratadas laboralmente en Chile, pero son muchísimas menos que en todo Latinoamérica y cada vez aquella cantidad disminuirá. En 20 años, ojalá ya no hablemos de la presencia laboral de la mujer. Espero que el porcentaje se refiera a las mujeres que son profesionales, que están felices con su trabajo. Y que obviamente, se sientan realizadas con lo que han hecho.

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