lunes, 4 de mayo de 2009

Tomando las riendas


Más de alguna vez me he despertado sin ganas de levantarme, por diferentes motivos. Normalmente uno se inventa diversos males para justificar esa rendición al cansancio, a las ganas de hacer nada. Por mucho que me tome el día, que mis ojos se mantengan hipnotizados con las imágenes del televisor (porque en realidad ni siquiera estoy poniendo real atención a lo que veo) y que busque "descansar", el estado de estrés permanecerá al día siguiente. Aún cuando tome todos los energizantes, ansiolíticos y antidepresivos del mercado, e intente "pensar positivo", el querer quedarme tirado, en un ocio inútil (porque, para que sepan, el ocio útil existe) persistirá todos los días, hasta que lleguen las vacaciones o una que otra licencia. Mi cabeza se centrará en la hora y en cada fecha futura (y a veces, demasiado hipotética) en la que podré olvidarme del lugar al que voy todos los días para "ganar el pan de cada día". Y cuando esas fechas lleguen, en esas anheladas mañanas, tardes y noches de descanso, puede que gran parte de ellas las pase pensando en que se acabarán y que en dos semanas volveré a mi "triste realidad".
Si vemos de esta manera el panorama, nuestra vida en sí no parece otra cosa que un calvario que se extiende hasta que nos da cáncer -porque ése, lamentablemente, es el destino de la mayoría de los que viven con estas ideas- y allí, en los últimos días, pensaremos en todo lo que no aprovechamos, en los días que dejamos pasar frente a nuestros ojos y la pequeña visión fatalista por fin se hará más amplia, ya tal vez un poco tarde para reinventarnos (aunque hay casos que demuestran que nunca es tarde).
No quiero consagrarme en contra de la rutina, del método constante, de planificar nuestras horas, porque el carecer de ello sólo crea la sensación de vivir parado en una cuerda floja, al borde del abismo, y eso, para la mayoría, no es muy agradable. Tampoco quiero decir "¡Deja tu trabajo, disfruta de la vida!", pues el trabajo, si nos dejamos de centrar en lo alienante y monótono que puede ser, nos favorecerá en el día a día. ¿Cómo hacerlo? Manteniendo nuestra mente en un constante proceso de aprendizaje, buscando nuevas y mejores formas de hacer cada cosa que hacemos. Eso creará consciencia de nuestra rutina, y al hacerlo, no la sentiremos como monótona, ya que se estará reinventando a cada instante.
Si me detengo un momento a observar lo que hago todos los días y el cómo lo hago, encontraré falencias, errores que se repiten y de los que no me doy cuenta sólo porque se mantienen en mi inconsciencia, en lo que supuestamente "no puedo controlar". Pero la verdad es que basta con incluir en el diario vivir diez minutos para reflexionar con calma, respirar, discernir y ver qué está mal, qué puede ser mejorado y cómo lo puedo hacer, haciéndome consciente de mi día, creando, de cierta forma, el siguiente y no simplemente dejándolo pasar. Pero repito, con calma.
Esto hará, en términos científicos, que mis neuronas destrozadas por el estrés se regeneren (sí, es posible, se ha demostrado en los últimos estudios) mediante el constante estímulo y cambio, pues el aprendizaje hace que las células neuronales no se desgasten en una sola forma de vivir (Probablemente todos los dolores de cabeza, malestares y "ganas de hacer nada" vienen de ese desgaste neuronal). De esta forma, no sólo se siente un bienestar constante, una sensación de poder con uno mismo, una seguridad, sino que también hará mejor el desempeño en todo lo que se haga y, por lo tanto, mejores recompensas.
Es un proceso que puede tomar un tiempo, porque mal que mal, se está cambiando la monotonía a la que se está acostumbrado, pero la clave está en no rendirse, pues todos los días es momento de reinventarse, de rediseñar lo que no nos gusta, y lo mejor es que, contra todos los pensamientos y pronósticos que nos den, es posible.

Claudio Alejandro Villegas Oliva

Editor de contenidos Online.



0 comentarios:

Publicar un comentario