martes, 19 de mayo de 2009

Curiosidades, preguntas, y la felicidad.



Hace unos días leía en algún lugar del infinito internet, una entrevista a una señora que vivía en un pueblo solitario de España, poblado sólo por 3 personas. Ella, el vecino y el hijo del vecino. Se dedicaban a diario a tareas agrícolas, cuidar animales y, cuando les daba la gana, se juntaban a conversar, lo cual no sucedía muy a menudo. Más de alguno se debe haber sorprendido cuando leyó el comentario final de la entrevistada. “Viví en Madrid, viajé por Latinoamérica y Europa, y créanme, no encontré un lugar que me hiciera más feliz que este.” Yo me limité a pensar en que ella, de seguro, no necesita ansiolíticos, antidepresivos, terapias de adaptación, de adicción, de autoanálisis. Tampoco debe estar muy enterada de los últimos modelos de celular, de los avances en medicina, de los balances en la economía mundial. Tampoco le deben importar.


Mi pregunta es: ¿Tan difícil es ser feliz? O estamos demasiado ocupados en escalar y trepar, en pertenecer, en cobijarnos en el frío calor humano de la multitud, que no nos damos el tiempo de pensar y hacer lo que realmente nos gusta y disfrutamos, lo cual, casi siempre, es mucho más sencillo que un auto cero kilómetro. Pero seguramente vendrá alguien con juicios éticos, morales y sociales. Seguramente, antes de creer en lo simple que resulta ser feliz, alguien me dirá que tengo responsabilidades con el mundo, que debo ser productivo, que debo aspirar a más, y que la vida es difícil.

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