jueves, 13 de agosto de 2009

La sinceridad del abismo

Al absurdo me he sometido. No porque crea que es mejor emborracharse que estar sobrio, no porque mis objetivos en la vida se hayan desvanecido con el duro palmazo del tiempo. No, eso de la decepción no tiene cabida en esta reflexión bizarra, triste, angustiosa, pero sincera.

Me he sometido al absurdo de la existencia porque todo dios desapareció de mis pensamientos, o porque mis pensamientos le ganaron al dios que alguna vez me habían inventado. Y sin arquitecto no hay obra predeterminada, por lo tanto, carezco de un sentido. No hay maquetas. Nací para construirme en los cimientos de una muerte inminente, y mientras más pienso en ello, más vacío encuentro en mi interior.

Aquí entonces, en esta tierra, no hay nada más que días mecánicos, relojes que avanzan segundo a segundo en un tiempo que inventamos. ¿Por qué tener valores? ¿Por qué ser feliz? ¿Por qué procrear, si morir es inevitable?. Si concentro mis divagaciones en aquellas preguntas, la respuesta cada vez se hace más lejana.

Me he sometido al absurdo porque es ridículo tener conciencia de que existo y hacer algo con eso. Aún más ridículo es vivir sufriendo, si lo único que tiene sentido es el placer que, cada vez, se hace más esquivo.

Es patético aspirar a la verdad, pues de haber una, no seríamos libres. ¿Tendrá fondo este abismo?

0 comentarios:

Publicar un comentario