martes, 18 de agosto de 2009

La música y el placer

La música, en su mayoría, puede cumplir dos funciones. Una es la de interpretar una emoción o una sensación, para crear identificación en quien la escucha (de ahí el éxito de la balada, por ejemplo). La otra es un tanto más compleja y trata de crear o producir una emoción, para que quien la escuche entre en un estado que no guarda una necesaria relación entre lo que está haciendo, viviendo, y lo que está escuchando.

Como buen humano que soy, mi sensación favorita es el placer, y todo lo que incentive el estado placentero y no cree una autodestrucción a corto plazo, me gusta, me llama. Y dentro la gran gama de canciones que existen en mi reproductor, hay una en especial que, si bien no tengo idea el contenido de su letra (que es poca, por cierto), la música, el piano lento que se pierde en un horizonte de sintetizadores perfectamente utilizados para crear una atmósfera recreadora de imágenes placenteras. Porcelain, de Moby, es el soundtrack de “La playa”, película que precisamente versa sobre el placer paradisiaco. Y sin importar la opinión que uno tenga sobre la película o sobre Moby y su música, es innegable que cuando se escucha Porcelain, todos los recuerdos placenteros que uno pueda tener, sean las mejores perfomance sexuales, las cimas más altas de las montañas más escabrosas, las drogas más fuertes, las caídas libres infinitas, las camas más blandas, las aguas más tibias, los platos más sabrosos, todos los placeres en sí, se unen en un solo pensamiento etéreo, inefable, que si nos concentramos, llena nuestra mente de esas ansiadas endorfinas exquisitas, empapando de ellas cualquier mal augurio de nuestro día.
¿Y tú, recomiendas alguna canción para el placer?

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